Cuando las estrellas no sean el límite
- Javi Ojeda
- 10 oct 2019
- 3 Min. de lectura
Desde que, el siglo pasado, el humano consiguió ir más allá del planeta Tierra, hay una gran cantidad de dudas que muchas personas empezaron a plantearse. Si nosotros habíamos sido capaces de dar un paso fuera de nuestra zona de confort, quizá otras especias ajenas a nuestro sistema solar también habían tenido los medios y capacidades para realizar la misma hazaña, ocultos en la inmensidad que es nuestro universo puede haber alguien más como nosotros. Ad Astra intenta plantear esta cuestión de un modo diferente al que estamos acostumbrados a ver en el cine, nos invita a intentar desentrañar que puede haber pasada la última barrera.

De tal palo...
En la primera de las secuencias de la película ya se nos muestra una gran cantidad de avances tecnológicos con respecto a nuestro presente y, como veremos en momentos posteriores de la película, ya hay gente que realiza viajes comerciales a la Luna e incluso hay una pequeña colonia (de unos mil habitantes) residiendo bajo tierra en Marte, el planeta rojo.

En el protagonista podemos encontrar grandes brochazos de una frialdad social que parece tener lugar en el abandono por parte de su padre, también un viajero de las estrellas. De alguna forma u otra, Roy intenta seguir los pasos del hombre que lo abandonó a él y a su madre como una manera de intentar superarlo, remitiendo a obras como Edipo e incluso al psicoanálisis freudiano, por lo que no es de extrañar que, para evitar seguir los pasos que su padre ha ido dejando por el camino, él acabe por evitar todo el contacto emocional que lo una a otra persona, rompiendo la relación con su novia y, por extensión, de la paternidad. En una de las conversaciones con los superiores afirma que quiere evitar preocupar a la gente, que es un trabajo que implica un sacrificio y que hacer sufrir a una persona es algo que no está dispuesto a hacer, pero es importante saber que será Roy el personaje que más sufra emocionalmente durante toda la película. Se ve obligado a abandonar a la mujer a la que quiere por un padre que realmente no le quiere, teniendo que recurrir a mandarle su "testamento" (o al menos a intentar mandarlo) a la única persona que, además de su madre, se ha preocupado por él.
Soledad y vacío
El relato que nos presenta Ad Astra habla realmente de la soledad que los seres humanos sentimos en todas y cada una de sus formas. En primer lugar, Clifford abandona su hogar para demostrar que no están solos en el universo, una búsqueda de acabar con una soledad universal, planteando el "¿Por qué nosotros sí pero por qué otros no?" intentando encontrar un sentido a su propia existencia. A raíz de las acciones de este primero es cuando se desencadenan las propias de Roy McBride.

La soledad del abandono de su padre supone un varapalo del que no parece ser capaz de recuperarse y, a pesar de haberlo intentando, la huella que le deja es tal que no se ve capaz de hacer que otra persona lleve su carga. De hecho, podemos ver como gran parte de la película él acaba solo de una u otra manera: cuando su novia y él se separan, durante el trayecto con los jeeps lunares e incluso en el último de los viajes a Neptuno. Roy es un ser abocado a una soledad que ni él mismo es capaz de soportar fruto del no-amor que siente su padre por él y su madre. De hecho, dota un significado especial (o espacial) a la propia película el hecho de que sea el espacio y no otro lugar, ya que solo formamos una pequeña parte en el vacío que hay ahí fuera.
Conclusión
El desarrollo que el propio Roy realiza durante toda la película es, sin duda, digno de admirar. Podríamos considerarla una forja del héroe clásico con toques de ciencia ficción que consiguen darle un carácter diferente a la película, una forja que acaba por liberar al propio héroe de las cadenas que su padre había atado a su alrededor.
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