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La madurez en Toy Story

  • Foto del escritor: Javi Ojeda
    Javi Ojeda
  • 22 ago 2019
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 2 sept 2019

Parece mentira que fuera el año 1995 cuando llegaba a los cines, de una productora que solo se había dedicado a hacer cortos, la primera parte de la que se ha convertido en una de las sagas insignia de la infancia de muchos de nosotros. Pixar consiguió plantearnos una realidad en la que los juguetes con los que pasábamos el rato tenían una vida propia en la cual se dedicaban a hacernos la vida mucho más posible.

Personajes de Toy Story 3

De hecho, consiguió, de paso, darnos excusas cuando no conseguíamos encontrar el juguete que estábamos buscando en ese momento (hasta que te caía bronca o surgía misteriosamente de detrás del sofá). Sin duda, este universo plantea el summum de la imaginación que a todos nos hacía falta ver con nuestros propios ojos, las historias que nosotros mismos inventábamos podían cobrar vida de “verdad” y las tardes aburridas de domingo dejarían de existir para siempre. Bendita inocencia.


Las segundas partes…

Podríamos pasar horas y horas de nuestro tiempo discutiendo sobre las diferentes tramas que se efectúan dentro de las películas toda la saga, de cómo utiliza la anticipación de una manera exquisita o de cómo es capaz de darle tanta personalidad a unos personajes que son, al fin y al cabo, juguetes. Pero hemos venido aquí a comentar como el desarrollo de las diferentes películas es, en efecto, una ascensión en cuanto a calidad se refiere. Si bien la animación ha evolucionado de una manera asombrosa tampoco hay que desmerecer los momentos que se nos plantean en las películas, que, todo hay que decir, han crecido con nosotros. Lo que se convertiría en un asunto de celos seguido de un rescate se ha acabado convirtiendo en un problema de identidad en la cuarta entrega que ha conseguido mostrarnos la realidad de nuestro propio mundo en la actualidad. Lo curioso es que apenas hay referencias a las tecnologías de la comunicación que se han convertido en parte hegemónica de nuestras vidas, pero luego comprendes que, después de todo, la protagonista todavía no tiene la edad suficiente para poder manejarse con soltura en un entorno digital.


Madurez a golpes

Es curioso como la primera de las escenas que se muestra en la película es un flashback de un momento anterior a la tercera película. Encontramos una noche lluviosa, incluso tormentosa, en la que uno de los juguetes, el coche a control remoto, está en peligro. Tras toda la escena del rescate se nos anuncia el motivo por el cual Bo abandonó el grupo en la película anterior. Es, en este momento, en el que se enseña de manera más directa los sentimientos de Woody hacia el otro juguete, llegando, por un segundo, a plantearse el abandonar a Andy por auto-complacerse.

Imagen promocional de Toy Story 4

No es de extrañar, que la nueva vida a la que se ve sometido una vez Andy ha crecido no acabe de convencerle completamente y mucho más cuando acaba relegado como líder del grupo, como juguete preferido y, en última instancia, desterrado a los más profundo del salón. Los recuerdos que tiene de Andy tiran suficiente de él como para confundir su nombre con el de su nueva dueña en una ocasión, y no es de extrañar que no se sienta como un juguete más de Bonnie después de todo lo que ha vivido con su anterior dueño, que, si bien ha significado mucho para él, ha tenido que dejar pasar porque, después de todo, crecer es parte de la vida. Sumado al hecho de que, después de mucho tiempo, tenga una pequeña esperanza de encontrar al juguete que consiguió que casi renegara de la persona que lo es todo para él, es lógico que la evolución de Woody siga los pasos que se han trazado en base a la historia, estableciendo un “yo ya he hecho todo lo que podía” y cediendo el testigo al resto de juguetes de una manera literal en la escena en la que le da la estrella de sheriff a Jessie antes de abandonar el grupo definitivamente.


Existencialismo

Una de las dudas que todavía no habían sido resueltas desde el inicio de las películas es: ¿Qué determina que un juguete posea vida propia? Por un lado, los protagonistas de la historia no hacen mención alguna en las tres primeras entregas de la saga, y todo se torció mucho más cuando, en los tráilers veíamos como una cuchara-tenedor cobraba vida y se convertía en uno de los personajes principales de la trama.

Forky, uno de los protagonistas de Toy Story 4

Forky es la representación del desconocimiento completo del mundo, de nuestro niño interior que no es capaz de comprender nada de lo que sucede a nuestro alrededor, pero, a la vez, es temeroso de todo lo que le rodea. Tal y como se nos da a entender en la película, es el deseo de Bonnie quien le otorga la vida que no quiere vivir. Tras muchas escenas en las que acabará en el cubo de basura por voluntad propia nos daremos cuenta en una conversación con Woody que su cometido no es ser un juguete, sino un utensilio de comida que, tras ser usado, ha de acabar en la basura. La realidad no es otro que la misma que la del propio Woody, pero establecida de diferente manera. Si bien Forky ha de acabar en la basura, será el mensaje del vaquero quien conseguirá guiarlo por el camino de la vida de juguete. “Tienes su nombre escrito en el pie, eso es que eres importante para ella” dirá, como él tuvo primero el de Andy y, posteriormente, el de Bonnie. Sin embargo, el destino de estos dos juguetes tardará poco en separarse ya que ambos acabarán por aceptar el nuevo camino que se les presenta en la vida. La libertad de Woody y el cariño de Bonnie para Forky.


Conclusión

Era muy difícil hacer una película que superara los estándares que consiguió Toy Story 3, muchos de nosotros pensábamos que no tenía sentido continuar una trama que parecía acabada y redonda tras el final que supuso la tercera entrega, pero es que Toy Story 4 es una película que habla del cambio y del auto-conocimiento. Una película cuya trama ha evolucionado para todos aquellos que hace años que vimos la película, tocando temas más profundos de lo que pueda parecer a simple vista.

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